Escribir es un acto de encuentros con nuestro propio ser. El recorrido por la línea recta, inclinada o curva abre caminos construidos con aseveraciones, desacuerdos, lamentos, risas, intrigas, vaticinios entre otros sucesos. Cada trazo tiene su propio significado, su manera de decir y callar. Enfrentarse a la palabra, conquistarla y permitirle SER puede demandar una implosión de voces que se reconocen en caras, actos y escenarios. A veces, el encuentro es apacible: llevamos la trama en paz y con benevolencia.
Hoy quiero compartir mi cuento titulado Cuadro en Recuadro. Este relato surgió por un encuentro inesperado con personajes anónimos. Subí al autobús ese día. Me senté al final y, con la intención de dejar en un segundo plano la música estridente, me detuve a escuchar el diálogo cómplice que rebotaba en mi espalda. Por el tono de voz, concluí que se trataba de una chica joven. Ella repetía con nostalgia: No sé con quién quedarme, con mi madre o mi padre.
Esa chica no sabe que me inspiró para crear a la protagonista de Cuadro en Recuadro. Pero, estoy segura de que mi solución no se parece en nada a la tomada por ella. Son dos historias diferentes. Quizás ese sea un punto de encuentro entre el personaje en el autobús y el de mi relato: ambos forman parte de un cuadro enmarcado.
SIGUE MI HISTORIA POR ACÁ
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